jueves, 29 de abril de 2010

Vivir cansa

"Vivir cansa"

Vivo cansado sólo por el hecho de vivir. Frágil, sin poderes, vulnerable. Vivir es muy agotador. A mí vivir me debilita como las pausas que te quedan el la piel después del éxtasis. Vivir me desgasta, me tumba, me aniquila. Tener una vida me resulta muy extenuante. Vivir me va erosionando poco a poco... 

José Roberto Coppola

viernes, 23 de abril de 2010

Tendré que aprender a vivir con ello

¿Y si de verdad soy un hombre por naturaleza incómodo?
Yo, libre de culpa.
¿Y si de verdad molesto sin querer a otras personas por ser como soy? 
Que se revisen ellos.
¿Y si de verdad soy un provocador accidental? 
No me importa.
¿Y si de verdad a otros les fastidia mis ganas, mi ímpetu, mi pasión? 
No ando en competencias.
¿Y si de verdad soy un estorbo? 
No me voy a quitar.
¿Y si de verdad algunos me ven como una amenaza? 
Que luchen contra mí.

Si de verdad soy todo eso, tendré que aprender a vivir con ello.

José Roberto Coppola

martes, 20 de abril de 2010

De como dos amigos se escapaban de la oficina a comer helados

Nos sentábamos en un placita cerca de la oficina. Mi amiga Carla y yo, nos escapábamos por unos minutos del trabajo e íbamos a comprar helado y nos los comíamos mientras hablábamos tonterías. Era nuestro "gelato time", así lo llamábamos. Siempre teníamos una excusa para comernos alguna barquilla de esas de carritos. Era nuestro dulce escape. Nuestro break para estar solos. Nuestra huida. Un ritual que siempre compartimos al igual que la terapia de piso que inventamos juntos y que consistía en tirarnos en la alfombra de la oficina para soltar disparates sin que nos importara quien pasara -bueno, si sentíamos que podía venir el jefe mayor nos levantábamos azorados-. Pero ya teníamos preparada alguna excusa tonta como que alguno de nosotros se sentía mal o que se nos había caído algo y lo estábamos buscando. Ahora que Carla vive en Nueva York y yo sigo acá en Caracas ya no puedo hacer "gelato time" con ella. Una vez me preguntó: "¿Cuándo empezamos a ser Carla y José?". No lo sé. No lo sé. A veces cuando me siento solo en la oficina sólo quisiera que ella llegara de repente y me invitara a comer un helado en esa placita como en los viejos y dulces tiempos...

José Roberto Coppola

domingo, 18 de abril de 2010

Así, siempre arbitraria, es la vida

Porque la vida siempre es arbitraria. Está abarrotada de asombros y desconciertos. Su albedrío es esquivo a pronósticos. La vida es indescifrable, impredecible y a veces caprichosa. La vida es furtiva, antojada y temeraria. No da pistas. No anticipa vaticinios. Nunca se sabe que te esperas con ella. Reparte sobresaltos, tretas e incertidumbres. A veces acepta pactos y treguas, pero sólo a veces. Juega con el tiempo sin culpas. No hay manual para descubrir sus espejismos, acertijos y pasajes secretos. Nunca es mansa. Es rebelde. No se deja domesticar. La vida siempre hace lo que le da la gana.

José Roberto Coppola

jueves, 15 de abril de 2010

Una felicidad sencillita

A veces para ser feliz sólo necesito estar envuelto en mi bata de baño de cuadros, tener mis pantuflas puestas y una taza de leche en la mano.

José Roberto Coppola

domingo, 11 de abril de 2010

Quiero que todo pase

Estoy enrollado en una sábana en el medio de la oscuridad y el sudor frío tarda en salir de mi piel. Estoy temblando. Sólo puedo abrazarme yo mismo y esperar a que todo pase. A mi cuerpo parece que se le alteró la gravedad y las lágrimas se me resbalan por el tobogán de mis mejillas entre quejas y lamentos. Sólo quiero comer cucharadas de mantequilla de maní para acabar con este resfriado y esta tristeza. Cierro los ojos. Mi aliento caliente me reseca los labios. Me retuerzo entre la frazada. Me pregunto si soy feliz. Quiero que todo pase. Espero que todo pase.

José Roberto Coppola

viernes, 9 de abril de 2010

Pensamientos sin volumen

Decidí bajarle el volumen a mis pensamientos. 

Necesitaba dejar de escucharme.

José Roberto Coppola

sábado, 3 de abril de 2010

La triste felicidad

Una felicidad con sabor a una conchita de limón encontrada en la crema pastelera; que me anima a dejar la cama desarreglada sin que me pese; que me hace escuchar hasta la anestesia serenatas folky; que me seduce con el vacío nocturno que se ve desde los balcones; que me incita a andar al ritmo pausado de las nubes; que me distrae en caminos de parques abandonados y llenos de hojas secas; que me hace tomar copas frías de vino rosado; que me da ganas de ver películas repetidas y fotos viejas; que me corrompe con siestas arbitrarias y sueño en la oficina; que me da antojos por comer helados y croissantes de almendras; que me tienta a bailar con los ojos cerrados; que hace que me pierda en los atardeceres del color de ciruelas maduras... Una triste felicidad.

José Roberto Coppola