Busco librarme de mis propios vicios. Ya no quiero pensar tanto, pero vivo perdido en la vastedad de mis propios silencios. Deseo desatarme de las amarras de mis desidias y escapar de mis vaguedades. Vivo preso de la pereza. Soy un vagabundo que se deja seducir por el tentador elixir del fastidio. Soy un pecador. Quiero mi redención. Necesito suplicarme a mí mismo no caer en las tentaciones del vivir fácil. No puedo permitirme que el cansancio sea siempre una respuesta ni mucho menos un arma para defenderme. Me avergüenza cuando me aprovecho de mi autocompasión. Abuso de mi propio perdón. Soy débil y me resulta cómodo socorrerme. No puedo exagerar en las bondades de mi solícita lástima. No quiero permitirme las fatuas caridades conmigo mismo. Basta de las complicidades que me ayudan a subsistir. No a mi propia misericordia. No quiero esos perniciosos convencimientos que, falsamente, me salvan de los errores. La tristeza no puede ser un amparo. Quiero conseguir mi propia emancipación.
José Roberto Coppola
9 comentarios:
Vamos! Que los vicios hacen tan bien! :D
Lo que sea por sentirte vos mismo.
pedid y os tendras....!
Un cordial saludo.
Abrazos José.
Me encanta y comparto el proceso de autocrítica constructiva que tenés, no aquella victimizante sino aquella que suma, que construye.
Bien, bien por vos.
Un fuerte abrazo, besos y más abrazos.
días densos al parecer.
reflexivos.
lentos.
críticos.
Buenísimo!!!
La tristeza nunca debería ser un amparo, en realidad.
miau
con
sonrisa
Reflexiones que llevan a finales inexperados.
Beso!
ella está al alcance de tus manos
... fasciante cuando un no, un quiero, un necesito, se tratan de convertir en la llave para liberarnos de nosotros mismos, y así transformarnos.
Soberbio blog, saludos de Alejo
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