El día siguiente ando con el alma vacía. Después de una noche de baile y tragos siempre termino igual: con el desconsuelo metido en la piel. Cada vez que me trasnocho me siento culpable. Una culpa incierta y agobiante que se hace vertiginosa, me desorienta y me derrumba. Al salir de ese caos en el que no hay otra droga que los ritmos, las alegrías, las luces, los cuerpos, las copas, la algarabía y el sudor que encierra cualquier discoteca, me enfrento siempre expectante a madrugadas exterminadoras y solitarias de azules imprecisos que me hacen sentir un hombre miserable. Y termino extraviado en los espirales de una vorágine de inexactitudes que distorsionan el gozo en delito. Y me siento condenado. Como si hubiese hecho algo malo. Paso de la felicidad a la ruindad, de la oscuridad cierta a una vaga claridad, de la exaltación al desasosiego. La noche comete sus estafas. Pero aún así no voy a dejar de salir a bailar hasta los trasnochos. Porque finalmente la culpa sólo dura unas horas.
José Roberto Coppola
3 comentarios:
A disfrutar cada momento! Y si nos viene la culpa después remitite a pensar en lo bien que la pasaste y la culpa se va a ir... :)
Beso!
Juancho!
"la noche comete sus estafas" :)
habrá que andar de parranda hasta que el cuerpo aguante.
abrazo don.
ah me olvidaba... dice el gran Calamaro "la culpa es un invento muy poco generoso, y el tiempo es un tremendo savandija, será qué será suficiente con que uno elija? sino la buena fortuna se pasa de largo"
;)
sólo se trata de oportunidades...
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