Un paso tras otro y tras otro y tras otro en ese camino de la vida que escogí. Y de tanto caminar no siento el piso, no lo siento. Y no escucho mis pisadas, ya no hay eco. Y el camino se me hace ancho, tanto que ya no hay camino. Sigo caminando, pero con la suspicacia de enfrentarme a la vastedad. Y siento que ese camino que ya no existe me gobierna, es él quien manda. Ya no es mi elección. ¡No! No quiero ni debo seguir esa dirección, deseo cambiar la ruta o inventarme una distinta. Y allí me enfrento a mí mismo, sin dejar de caminar a pasos que todavía no tienen resonancia. Quiero cambiar mi camino por capricho, por deseo o por una corazonada, ¡por lo que sea! finalmente es por una necesidad. No me permito habituarme a ninguna ruta. No quiero conformarme con un camino. Quiero decidir si continúo caminando por donde lo estoy haciendo o si quiero agarrar un camino más largo o un atajo. Busco tener el ímpetu que me permita reconocer si debo desviarme del camino. Sigo caminando, y siempre me detengo y con coraje cruzo, giro o doy una vuelta y allí está el nuevo camino: y vuelvo a escuchar mis pasos.
José Roberto Coppola