martes, 30 de marzo de 2010

Ella no lloraba en público, pero comía helado a escondidas

Cuando se ataba el pelo en una cola frente al espejo, se sorprendía porque no estaba llorando. Cuando usaba sus lentes de sol no era para esconder su propio drama, ni unas ojeras aciagas, ni unas pestañas empapadas. Cuando hablaba con sus amigos por teléfono no estaba contándole sus tristezas, ni sus penas. Cuando caminaba por la calle pisaba firme, no doblaba los hombros, movía su cola de caballo en un inquieto vaivén y abría bien sus ojos negros para enfrentarse a lo que le venía. Cuando se tomaba un vodka con jugo de naranja a pequeños sorbos en una noche de fiesta con un par de amigos, se asombraba de que no estuviese triste. Cuando tenía reuniones de trabajo y se encontraba hablando de negocios se convencía a sí misma que la vida debía continuar. Cuando reconocía parca y con los labios apretados que se estaba separando, no lo hacía para que quienes la querían se preocuparan sino para participarles que ella estaba bien. Cuando se veía en el retrovisor de su carro no descubría ninguna lágrima escapada. Cuando taconeaba por su apartamento antes de salir, el eco de la soledad repicando en el piso no la derribaba, aunque eso le recordara que ya no estaba él. Lo que ella no sabía era que esa manera de mover el cabello de un lado al otro, esa forma de abrir en alerta sus ojos negros, esa mueca de apretar sus labios cuando hablaba, eran sus formas de llorar. Y cuando de noche iba al freezer por un tarro de helado y le daba cucharadas frente al televisor también estaba llorando, aunque sus mejillas no estuviesen siquiera mojadas.

José Roberto Coppola

jueves, 25 de marzo de 2010

A la espera

Estoy esperando. Sigo esperando. Pero no sé qué estoy esperando.

José Roberto Coppola

lunes, 22 de marzo de 2010

Cuestionario de vida


A veces no sé cómo he decidido vivir la vida. ¿Y cómo la vida ha decidido que yo la viva?

¿Cómo sé si la vida ha sido justa conmigo?

Si nunca soñé con un tipo de vida ¿puedo estar inconforme con la que tengo?

¿Y qué estoy haciendo con mi vida?

¿Estoy vivo?

José Roberto Coppola

domingo, 14 de marzo de 2010

Si ellos supieran que se quieren tanto

Él casi siempre la consiente con el desayuno en las mañanas, ella sin avisarle en ocasiones le regala un beso al ir juntos y de manos por alguna calle; él es capaz de cederle la bufanda que lleva puesta porque ella se antojó de lucirla ese día, ella lo cobija con ternura antes de levantarse a escribir a medianoche o en la madrugada; él le hace mimos juguetones cuando van juntos en el metro, ella le roba su bata de baño para sentirlo siempre en su piel; él la consuela con paciencia en sus más hondas tristezas, ella lo hace reír siempre con algún improvisado disparate; él la abraza protector en los ascensores, ella le hace cara de pucheros cuando quiere que la malcríen... Y aveces de nada de esto se dan cuenta. Si tan sólo ellos supieran que se quieren tanto. 

José Roberto Coppola

sábado, 13 de marzo de 2010

El buen vagabundo

Todo es un dejo. Nada tiene valía. Los instantes se perpetúan con anarquía propia. El futuro es un bostezo. Sólo deseo divagar, abstraerme. Quiero ser un bueno para nada. No quiero servir para nada. No tengo fuerzas para recuperar las fuerzas. La pereza puede sublevar mi más triste condena. No cargo ánimos de rescatar mi ímpetu perdido. Me ha seducido esta vida ralentizada a la que he llegado por indefectible acomodo. Soy un flojo. Soy una buena persona. ¿Lo soy? Soy un discípulo de la benigna apatía. Vivo la impudicia por mostrarme vanidoso y desganado. Me he vuelto un disidente de la voluntad. Soy un sinvergüenza. Soy de noble corazón. ¿De verdad? Estoy resuelto a vivir las desventuras de la vida fácil. Estoy en la militancia del desarraigo del más sutil esfuerzo. Quiero obedecer, solícito y fatuo, a mi propia abulia. A más nada. A nada más.

José Roberto Coppola

sábado, 6 de marzo de 2010

El todo que no es todo

Cuando sentimos que lo hemos dado todo es en realidad cuando no lo hemos dado.

José Roberto Coppola

Dormir poco, vivir poco

-Sabías que los que poco duermen, poco viven...
-Al cabo que no quiero vivir mucho, le respondí.

José Roberto Coppola

miércoles, 3 de marzo de 2010

Tres felices lambucios en Nueva York

La felicidad a veces no cuesta nada, es completamente gratis. Y no está en las alturas, aunque desde el bar del piso 18 en The Standard Hotel, en Meatpacking, New York, con tragos a 20 dólares cualquiera lo piensa y hasta lo duda. Después de salir fascinados por el lugar -la vista es alucinante, la decoración más y las modelos-mesoneras con cortos trajes de gala ni se diga- y sin haber tomado nada -es el precio que debemos pagar los pobres- Carla, Andrés y yo fuimos por la revancha. Estábamos caminando por Meatpacking, cuando vimos que en el piso tres de un edificio había la inauguración de una galería con dos mini bares en los que repartían tragos. Decidimos ir a beber sin pagar. Nos coleamos sin invitación. "Entremos con postura arrogante así no nos pedirán entrada", les dije a Andrés y Carla. Una vez adentro nos movíamos entre socialités, new yuppies y artistas desaliñados, pero sólo éramos unos pillos en busca de bebida fácil. Cada tanto nos acercábamos a los bares a pedirles a los mesoneros otro trago que tomábamos a sorbos mientras veíamos las obras de arte y hablábamos de cómo habíamos conseguido filtrarnos a la galería para beber como unos astutos arrabaleros. Bebimos lo que quisimos y no pagamos nada. La felicidad, a veces, sólo a veces, es bien barata.

José Roberto Coppola